jueves, agosto 23, 2012


Eran aproximadamente las siete de la tarde cuando me llamó su madre, yo volvía del colegio y aún me faltaba por lo menos una hora más de viaje. Pude sentir el miedo cuando corté la llamada, pero sentí muchísimo más miedo cuando bajé del colectivo e iba camino a casa. No quise aparentar los nervios que me mataban por dentro y disimulé lo mejor posible el nudo en la garganta y el terror en las palabras. Su madre estaba cocinando y ella se bañaba. ¿Va a salir?, le pregunté a la madre. , me respondió. Me senté a esperar la comida mientras me preguntaba qué querría hablar conmigo y por qué. Cuando salió del baño pensaba saludarla, como si nadie me hubiera advertido antes, pero ella ni me dirigió la mirada, es más: puso su mejor cara de culo y me ignoró mientras caminaba a su habitación. Fue ahí cuando supe que iba a ser una larga noche, que estaba en problemas por haber hecho absolutamente nada. La comida estaba servida y su madre la llamó, Moni, Dale ¡vení a comer! Ella seguía ignorándome mientras comía, yo fingía que saboreaba la comida, como si me gustase, y su madre trataba de entablar una conversación a la cuál ninguna le respondía. Nos vamos a Uruguay, me dijo repentinamente, Te irás vos, yo no me voy, le respondí mientras disimulaba mejor que nunca el inmenso miedo que me recorría, podía empezar a sentir cómo me temblaban las manos... ¿Qué? ¿Cómo dijiste?, me respondió ella con el ceño fruncido. Sabía que lo peor estaba por venir. Yo no voy, te irás vos, dije sin dudar ni un momento. Entonces ella saltó, las sillas, la mesa, y todo lo demás cerca se movió bruscamente mientras ella aterrizaba sobre mí con un fuerte golpe, y sin pensarlo ni un solo momento, me defendí. Por primera vez en diecisiete años, me defendí de ella. Atajé sus manos con las mías y con el pie derecho intenté empujarla, tenía fuerza, pero me estaba enterando que yo tenía aún más que ella. Mientras él (que en todo ese tiempo había estado en la habitación) y su madre no hacían nada, mientras sólo miraban, yo me defendía. Desde ese día no permito que nadie se sobrepase conmigo, en ningún sentido. No me dejo pisotear más por nadie, absolutamente nadie. La vida sin respeto ni auto-control no dura demasiado.

sábado, agosto 18, 2012


Una vez, mi niña interior me dijo que las cosas pueden cambiar de repente y sin que nadie lo espere. Mi parte "adulta" no le quiso creer, no lo quiso afontar, y hoy tampoco lo hace, pero esa pequeña niña igual se lo recuerda.

No estoy pasando por mi mejor momento, jamás creí que estas cosas iban a sucederme justo a mí. La vida nos cierra muchas puertas, pero también nos abre miles de otras más.

No soporto ser ignorada, y mucho menos por alguien que algún momento me ha dado fuerzas para seguir. No me gusta sentirme dejada de lado ni nada parecido. Soy una chica que necesita constante afecto, atención y contención, y que sin eso, me siento totalmente perdida, por más personas que tenga a mi alrededor.

Pero se siente bien saber que a esa persona que creías que te odiaba, hoy se ríe contigo, que no le caías mal sino que esa era su manera de actuar, y que jamás te odió, porque no se puede odiar a alguien que no se conoce...

Parecería que vivo en una balanza, o en un sube y baja. Tropiezo y me levanto. Lloro y río. Y sólo yo puedo cambiar eso. Hoy me caigo y mañana me levanto. Ese es, lamentablemente, mi estado emocional.

Podría desear que esto no hubiera pasado, ni a mí ni a los que me rodean, pero así sucedieron las cosas y no se pueden cambiar. Todo sucede por algo. Tenemos que afrontar la realidad y avanzar, por más que cueste, siempre hay algo por qué luchar.